lunes, 31 de mayo de 2010

¡¡¡DECÍAMOS AYER...!!!

Se dice que Fray Luis de León, cada día comenzaba sus clases en la universidad recapitulando lo tratado el día anterior. Sus primeras palabras eran: "Decíamos ayer...". Se dice también (se dicen tantas cosas), que tras estar encarcelado durante cinco años por una acusación que al final se demostró falsa, su primera clase, de vuelta ya a su puesto en la universidad, fue: "Decíamos ayer..."
Así, como si nada hubiera pasado. Recapituló y siguió hablando.
La última entrada de este blog fue hace un año y casi tres meses. Como una condena. Condenado a no escribir. No porque no pasaran cosas, sino porque lo pasado no puede expresarse. No al menos con palabras. Podría parecer trágico (a mí a estas alturas me parece cómico) tras haber ejercido como profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la universidad, el hecho de reconocer que el lenguaje es un instrumento limitado; que nunca podrá expresar lo que realmente queremos transmitir. De ahí la cantidad de situaciones problemáticas que se generan sólo "porque no nos entendemos".
Dice Miguel Ruiz, el autor de Los Cuatro Acuerdos, que para conocer la verdad tenemos que experimentarla, pero que no es posible expresar la verdad con palabras. Según él, y yo al final he tenido que estar de acuerdo en esto, tan pronto como empezamos a hablar sobre la verdad, tan pronto como la expresamos con palabras, deja de ser verdad. La verdad solo podemos experimentarla, sentirla. Si intentamos elaborarla con palabras, sólo conseguimos una historia, que sólo es verdadera para quien la crea. Y cada persona crea su historia.
Experimentar la verdad te deja sin palabras. Curioso, ¿no? En nuestra sociedad parece que eso carece de sentido. Quien cree estar en posesión de la verdad, se empeña en defenderla... sin parar de hablar. Si nos fijamos en la clase política... en las tertulias de radio y televisión... en nuestras conversaciones... en los sermones a nuestras criaturas... No podemos estar en silencio. Tenemos que proclamar la verdad... nuestra verdad.
A comienzos del segundo cuatrimestre de este curso, se me propuso utilizar unas horas de clase de la asignatura de Didáctica de la Lengua en la Escuela de Magisterio de Bilbo para tratar el tema de la igualdad de género.Yo planteé hacerlo en formato taller, en vez de charlas de una persona "experta". Se llevó a cabo y por los comentarios que el alumnado escribió posteriormente, fue un rotundo éxito. ¿El secreto? La participación de todo el mundo. La dinámica de trabajo en grupos donde cada cuál pudiera exponer sus vivencias, opiniones,...
Mi parte consistió en organizar, dar alguna que otra pista y sobre todo ESCUCHAR. Difícilmente habría logrado con varias horas de "monólogo especializado" la mitad de lo que entre todos los grupos analizaron y dejaron escrito en grandes papeles pegados a la pared.

Alguien dijo que no hay personas educadoras, sino personas que cuentan lo que han puesto en práctica intentando educar a otras personas.
¿Qué hacemos con la psicopedagogía? ¿Qué hacemos con los "papeles" de madre y padre? Eso se pregunta diariamente mucha gente (en la siguiente entrada lo comentaremos). ¿Cómo puedo acertar?
Sólo podemos contar nuestra historia. Y esa historia es verdad para cada cual. Si aceptamos que hijas e hijos puedan contar su historia, posiblemente hablaremos menos, sentiremos más... y habrá más paz en nuestras vidas... esa al menos es la historia que yo puedo contar.