domingo, 8 de marzo de 2009
sábado, 7 de marzo de 2009
Y, ¿CON LOS CELOS(!)?
Las discusiones entre hermanas y hermanos son un hecho natural, como lo son en toda relación de convivencia. En esas relaciones se mezclan sentimientos amorosos y otros que a veces no parecen tan amorosos (¿hay alguien a quien no le pase?) , pero con el tiempo, si el comportamiento de las personas adultas es el adecuado, las posibles rivalidades (?) desaparecen y dan paso a una mayor unión y amistad. En ese proceso aprendemos a relacionarnos con "iguales" y esto nos facilitará la socialización. Lo logramos, superando entre otras cosas uno de los grandes "problemas" (¿de quién es el problema? ¿de las criaturas?) de la etapa infantil: la "necesidad" de compartir juguetes, objetos, y, por supuesto, el cariño de mamá y papá (¿cuánta "cantidad" de cariño pueden ofrecer mamá y papá?).
Se dice que los "celos" (¿?) infantiles suelen evolucionar favorablemente en un plazo más o menos largo de tiempo. Se atribuyen a un estado emocional característico de la infancia (que en algunas personas se mantiene a lo largo de toda su vida) del que parece casi imposible librarse: prácticamente en todas las familias las criaturas "pasan" (o creemos que pasan) por una etapa más o menos larga de celos. Aunque hay mucho que decir al respecto, intentando ser breves sí podemos tener claro que el ambiente familiar siempre es mejor si logramos evitar:
- Los gritos y las descalificaciones. - Las atenciones y dedicación excesivas a una de las criaturas. - Hacer comparaciones ("tu hermana sí que es formal"). - Entrometerse en los conflictos tomando partido en ellos (ponerse del lado de una parte). - Comentarios del vecindario, amistades y familiares haciendo comparaciones ("la mayor será muy formal, pero el pequeño es un trasto"). - Un trato irónico, o risa y burla ante conductas inadecuadas. - Que la hermana o el hermano mayor deba asumir en todo momento la responsabilidad del cuidado de hermanas o hermanos menores. - La competitividad ("A ver si acabas antes que tu hermana").
Y nos ayudará, el intentar: - Fomentar la cooperación (en las tareas de la casa, recados, en situaciones de juego ..) - Observar y reflexionar sobre las conductas "celosas" preguntándonos realmente a qué se deben. - Tratar con afecto y atención frecuentes a nuestras criaturas para que perciban que les queremos (además de decírselo). - Favorecer que jueguen juntas (sin darse cuenta lograrán una mayor armonía). - Promover un clima de sosiego y tranquilidad en todos los momentos posibles. - Ayudarles en el difícil arte de gestionar de forma positiva sus emociones: aprender a soportar pequeñas frustraciones, alegrarse cuando las cosas les van bien a otras personas, responder tranquilamente ante situaciones adversas, enseñarle a aceptar sus dificultades... - Respetar el espacio de juego e intimidad de cada criatura.
martes, 3 de febrero de 2009
"PREVENIR ANTES QUE CURAR"
"Prevenir antes que curar" nos parece lógico y conveniente a todo el mundo, cuando se trata de nuestra salud o integridad física. Y unas buenas (o no tan buenas) relaciones personales ¿no tienen que ver con la salud? ("Esta hija mía me pone enfermo", "me estáis dando dolor de cabeza", "voy a acabar de los nervios",...)
Así como preferimos una actitud preventiva (buena alimentación, ejercicio físico, ambientes no contaminados,...) antes que visitar el ambulatorio para que nos receten antibióticos, antigripales y demás antis, con la educación nos sucede lo mismo. Antes que llegar a una situación sin retorno (conflictiva), donde de poco valen las recetas "milagrosas" de gente experta, preferimos actuar de manera que no se pueda dar esa situación. En algunos libros, a eso se le llama actuar proactivamente . Consiste en intervenir antes de que las situaciones degeneren en conflicto que, con un poco de atención, se podrían evitar. Lo contrario es funcionar de forma reactiva, es decir, reaccionando (en lugar de controlando) ante una situación ya límite, porque no nos queda más remedio, porque hay que hacer cumplir normas. Además, esta forma de "reaccionar" suele ir acompañada de un fuerte sentimiento de enfado que en poco ayuda a encontrar soluciones positivas.
Veamos otro ejemplo donde se muestra la diferencia entre un actuar reactivo y uno proactivo. Nos lo ofrece Miguel C. Martínez López en su libro "Cómo abordar los pequeños y grandes conflictos cotidianos". Yo me he permitido el atrevimiento de realizar algunas adaptaciones (la mayoría tienen que ver como siempre con un intento de acercar el texto lo más posible a una utilización del lenguaje de forma no sexista), pero el espíritu creo que se mantiene:
Está lloviendo y las criaturas van a pasar toda la tarde en casa. Tras un primer rato de tranquilidad donde todo el mundo lee y dibuja, la niña y el niño comienzan a saltar desde su cama. Desde lejos, la madre o el padre les grita que dejen de alborotar y se dediquen a algo tranquilo; cuando al rato comienzan a pelear por un juguete, la madre o el padre interviene separándoles, poniendo a cada criatura en una habitación. La niña y el niño piden que les dejen volver a juntarse y cuando se lo permiten, vuelven a saltar en la cama. Con mal humor la madre o el padre les dice que son inaguantables y les castiga sin...
Cada una de las acciones de la persona "adulta" son reactivas. Las criaturas llevan la iniciativa y madre y padre van por detás. ¿Qué haría una persona proactiva? Llevar la iniciativa. Sabe que toda una tarde en casa puede ser difícil, para ella y para las criaturas, así que planifica tiempos conjuntos y tiempos propios. Exige, pero también da.
Cuando las criaturas comienzan a saltar desde la cama interviene recordando que no se puede saltar y negociando un plan alternativo para la tarde. Primero hacer algo en grupo (jugar a un juego de mesa, hacer un puzzle, preparar unas galletas para merendar), luego un tiempo propio (para la madre, para el padre), a la vez que se les ofrece a las criaturas algunas alternativas aceptables que puedan hacer ellas solas. Si hay un rato en que no llueve propone un breve paseo entre los charcos con la familia bien pertrechada con botas de agua. Al final de la tarde rememorará las cosas que han hecho, mostrará su alegría por lo bien que lo han pasado funcionando así y tal vez decida toda la familia que el siguiente día que llueva en vez de galletas van a hacer una pizza.
Así como preferimos una actitud preventiva (buena alimentación, ejercicio físico, ambientes no contaminados,...) antes que visitar el ambulatorio para que nos receten antibióticos, antigripales y demás antis, con la educación nos sucede lo mismo. Antes que llegar a una situación sin retorno (conflictiva), donde de poco valen las recetas "milagrosas" de gente experta, preferimos actuar de manera que no se pueda dar esa situación. En algunos libros, a eso se le llama actuar proactivamente . Consiste en intervenir antes de que las situaciones degeneren en conflicto que, con un poco de atención, se podrían evitar. Lo contrario es funcionar de forma reactiva, es decir, reaccionando (en lugar de controlando) ante una situación ya límite, porque no nos queda más remedio, porque hay que hacer cumplir normas. Además, esta forma de "reaccionar" suele ir acompañada de un fuerte sentimiento de enfado que en poco ayuda a encontrar soluciones positivas.
Veamos otro ejemplo donde se muestra la diferencia entre un actuar reactivo y uno proactivo. Nos lo ofrece Miguel C. Martínez López en su libro "Cómo abordar los pequeños y grandes conflictos cotidianos". Yo me he permitido el atrevimiento de realizar algunas adaptaciones (la mayoría tienen que ver como siempre con un intento de acercar el texto lo más posible a una utilización del lenguaje de forma no sexista), pero el espíritu creo que se mantiene:
Está lloviendo y las criaturas van a pasar toda la tarde en casa. Tras un primer rato de tranquilidad donde todo el mundo lee y dibuja, la niña y el niño comienzan a saltar desde su cama. Desde lejos, la madre o el padre les grita que dejen de alborotar y se dediquen a algo tranquilo; cuando al rato comienzan a pelear por un juguete, la madre o el padre interviene separándoles, poniendo a cada criatura en una habitación. La niña y el niño piden que les dejen volver a juntarse y cuando se lo permiten, vuelven a saltar en la cama. Con mal humor la madre o el padre les dice que son inaguantables y les castiga sin...
Cada una de las acciones de la persona "adulta" son reactivas. Las criaturas llevan la iniciativa y madre y padre van por detás. ¿Qué haría una persona proactiva? Llevar la iniciativa. Sabe que toda una tarde en casa puede ser difícil, para ella y para las criaturas, así que planifica tiempos conjuntos y tiempos propios. Exige, pero también da.
Cuando las criaturas comienzan a saltar desde la cama interviene recordando que no se puede saltar y negociando un plan alternativo para la tarde. Primero hacer algo en grupo (jugar a un juego de mesa, hacer un puzzle, preparar unas galletas para merendar), luego un tiempo propio (para la madre, para el padre), a la vez que se les ofrece a las criaturas algunas alternativas aceptables que puedan hacer ellas solas. Si hay un rato en que no llueve propone un breve paseo entre los charcos con la familia bien pertrechada con botas de agua. Al final de la tarde rememorará las cosas que han hecho, mostrará su alegría por lo bien que lo han pasado funcionando así y tal vez decida toda la familia que el siguiente día que llueva en vez de galletas van a hacer una pizza.
martes, 27 de enero de 2009
DEL ESCENARIO "TEÓRICO" AL "REAL"
Durante cinco entradas hemos leído que se puede lograr un clima adecuado donde todas las personas que componen la familia se sientan en un entorno seguro y acogedor. Aunque se nos dan pistas como ofrecer seguridad, enseñar a razonar, actuar con serenidad, respeto y previsión, estimular y aceptar, en las situaciones concretas del día a día se nos hace difícil poner en práctica ideas que, en principio nos parecen lógicas y adecuadas. La pregunta siempre salta: -"Sí, pero, ¿que hago yo cuando mi hija...?"; o, -"Si mi hijo....¿yo puedo hacer algo?"
Necesitamos poder poner en práctica las ideas. Y no es fácil. Requiere tiempo... y modelos. Modelos que sirven, no para repetir exactamente en todos los casos, sino para ir practicando una nueva forma de ver las situaciones.
A mí me vino bien, lo que nos ofrecieron en unas charlas de madres y padres, hace bastantes años. Aunque he adaptado algunas cosillas, la idea fundamental me parece que sigue siendo válida después del tiempo transcurrido. El tema: los eternos conflictos entre nuestras criaturas; entre hermanos, entre hermanas; en este caso concreto entre hermana y hermano. Lo interesante del texto: el análisis de la situación y las consecuencias que trae nuestro comportamiento.
Es un ejemplo que puede ayudarnos en nuestro día a día. Aunque puede resultar largo, creo que merece la pena.
LAS ETERNAS PELEAS ENTRE HERMANAS Y HERMANOS
Rafael tiene seis años. En octubre comenzará a ir al colegio. Su hermana Silvia tiene cuatro años y medio. A veces a Rafael le gusta "hacerse el mayor", el protector. Pero a veces, él y su hermana llegan a las manos. A Rafael siempre le apetece jugar justamente con lo que se está entreteniendo Silvia. Le quita los juguetes a su hermana y cuando ella se opone, le pega. En estos casos, la habitación se convierte en un verdadero "ring".
Primera posibilidad: la madre o el padre (o la persona responsable) va a la habitación y le pregunta a Rafael, no sin cierto reproche en la voz: "¿Por qué tienes que estar siempre fastidiando a tu hermana? Ella también quiere jugar. Tienes que comprenderlo. Aunque sea mucho más pequeña que tú".
La madre no ha castigado. Pero tampoco ha resuelto el conflicto.
Consecuencia: diez minutos más tarde volverá a comenzar el mismo drama: Silvia empezará a llorar y a quejarse, hasta que a la madre o al padre se le acaba la paciencia.
Segunda posibilidad: la madre o el padre (o ...) se precipita hacia la habitación y grita: "¡Deja en paz a tu hermana de una vez!" Mientras grita se va enfadando cada vez más: "No voy a tolerarlo más; ¡se acabó!". La puerta se cierra de un portazo. Las criaturas se quedan serias. la madre o el padre ha castigado... regañando. Pero el conflicto no está resuelto ... ni mucho menos.
Consecuencia: para Rafael, su hermana es más tonta todavía, porque grita y es una chivata. En la primera ocasión se lo hará pagar. Y Silvia, por su parte, ya sabe que cada vez que no le guste algo, es suficiente con que grite, porque "mamá o papá vendrá y me ayudará y regañará al malo de Rafa". Así la niña aprende a enfrentar a su madre y a su padre con su hermano. Cada vez será más difícil que Silvia y Rafael hagan, jueguen y emprendan algo en común o que, en general se mantengan en unión.
Tercera posibilidad: la madre o el padre (o...) entra en la habitación y grita:"Ya has conseguido que me enfade de verdad". Dos buenos azotes para Rafael. La madre o el padre ha castigado... y Rafael se da cuenta. Quien ha dado los azotes se encuentra mejor, porque ha dado rienda suelta a su enfado. Pero el problema solo se ha resuelto momentáneamente.
Consecuencia: Rafael, que ha recibido el castigo, se siente humillado e inferior. Su madre o su padre es más fuerte, pero él a su vez es más fuerte que Silvia y ya encontrará suficientes ocasiones para vengarse de ella. Porque en realidad es ella quien tiene la culpa de que le hayan pegado. Y Silvia, por su parte, vuelve a aprender que cad vez que se encuentre a disgusto, hay un remedio muy fácil: llorar y gritar. Mamá o papá se encargará de darle unos azotes a Rafael. Y con ello, la relación entre hermana y hermano será cada vez peor.
Cuarta posibilidad: la madre o el padre no interviene para nada. Las criaturas se educan a sí mismas. Efectivamente, al rato vuelve a reinar la paz en la habitación. Pero esto, que parece una solución, en realida tampoco lo es.
Consecuencia: aunque la pelea haya terminado, ha sido a costa de la persona más débil, en este caso la hermana pequeña. Aprende que quien es más fuerte siempre se impone. Ella se hace así temerosa, tímida y siempre procurará adaptarse a quienes le rodean. Cuando Silvia sea mayor, seguramente tendrá que enfrentarse con dificultades de convivencia, porque no sabrá imponerse.
¿Qué hacer? Lo más importante es desterrar el conflicto para siempre.
Por ejemplo así: la madre o el padre llega a un acuerdo con las criaturas. Les dice: Cada vez que os peleéis iré a la habitación. Entonces cada cual se irá a otro lugar de la casa. Cuando os hayais tranquilizado podréis seguir jugando.
O bien: haciendo ver y valorando cualquier contacto positivo entre una y otro (si por ejemplo, Rafael le enseña o explica algo a su hermana , o simplemente si están jugando y pasándoselo bien).
O bien: la madre o el padre discute el problema con la niña y el niño, porque tan importante es que aprendan un comportamiento social como que más tarde aprendan a escribir o a sumar en el colegio. Por supuesto, esta conversación no debe mantenerse mientras dura la "crisis", sino cuando estén en armonía.
O bien: las tres opciones son absolutamente complementarias.
(Fuente: revista SER PADRES. nº 20. Adaptada)
Necesitamos poder poner en práctica las ideas. Y no es fácil. Requiere tiempo... y modelos. Modelos que sirven, no para repetir exactamente en todos los casos, sino para ir practicando una nueva forma de ver las situaciones.
A mí me vino bien, lo que nos ofrecieron en unas charlas de madres y padres, hace bastantes años. Aunque he adaptado algunas cosillas, la idea fundamental me parece que sigue siendo válida después del tiempo transcurrido. El tema: los eternos conflictos entre nuestras criaturas; entre hermanos, entre hermanas; en este caso concreto entre hermana y hermano. Lo interesante del texto: el análisis de la situación y las consecuencias que trae nuestro comportamiento.
Es un ejemplo que puede ayudarnos en nuestro día a día. Aunque puede resultar largo, creo que merece la pena.
LAS ETERNAS PELEAS ENTRE HERMANAS Y HERMANOS
Rafael tiene seis años. En octubre comenzará a ir al colegio. Su hermana Silvia tiene cuatro años y medio. A veces a Rafael le gusta "hacerse el mayor", el protector. Pero a veces, él y su hermana llegan a las manos. A Rafael siempre le apetece jugar justamente con lo que se está entreteniendo Silvia. Le quita los juguetes a su hermana y cuando ella se opone, le pega. En estos casos, la habitación se convierte en un verdadero "ring".
Primera posibilidad: la madre o el padre (o la persona responsable) va a la habitación y le pregunta a Rafael, no sin cierto reproche en la voz: "¿Por qué tienes que estar siempre fastidiando a tu hermana? Ella también quiere jugar. Tienes que comprenderlo. Aunque sea mucho más pequeña que tú".
La madre no ha castigado. Pero tampoco ha resuelto el conflicto.
Consecuencia: diez minutos más tarde volverá a comenzar el mismo drama: Silvia empezará a llorar y a quejarse, hasta que a la madre o al padre se le acaba la paciencia.
Segunda posibilidad: la madre o el padre (o ...) se precipita hacia la habitación y grita: "¡Deja en paz a tu hermana de una vez!" Mientras grita se va enfadando cada vez más: "No voy a tolerarlo más; ¡se acabó!". La puerta se cierra de un portazo. Las criaturas se quedan serias. la madre o el padre ha castigado... regañando. Pero el conflicto no está resuelto ... ni mucho menos.
Consecuencia: para Rafael, su hermana es más tonta todavía, porque grita y es una chivata. En la primera ocasión se lo hará pagar. Y Silvia, por su parte, ya sabe que cada vez que no le guste algo, es suficiente con que grite, porque "mamá o papá vendrá y me ayudará y regañará al malo de Rafa". Así la niña aprende a enfrentar a su madre y a su padre con su hermano. Cada vez será más difícil que Silvia y Rafael hagan, jueguen y emprendan algo en común o que, en general se mantengan en unión.
Tercera posibilidad: la madre o el padre (o...) entra en la habitación y grita:"Ya has conseguido que me enfade de verdad". Dos buenos azotes para Rafael. La madre o el padre ha castigado... y Rafael se da cuenta. Quien ha dado los azotes se encuentra mejor, porque ha dado rienda suelta a su enfado. Pero el problema solo se ha resuelto momentáneamente.
Consecuencia: Rafael, que ha recibido el castigo, se siente humillado e inferior. Su madre o su padre es más fuerte, pero él a su vez es más fuerte que Silvia y ya encontrará suficientes ocasiones para vengarse de ella. Porque en realidad es ella quien tiene la culpa de que le hayan pegado. Y Silvia, por su parte, vuelve a aprender que cad vez que se encuentre a disgusto, hay un remedio muy fácil: llorar y gritar. Mamá o papá se encargará de darle unos azotes a Rafael. Y con ello, la relación entre hermana y hermano será cada vez peor.
Cuarta posibilidad: la madre o el padre no interviene para nada. Las criaturas se educan a sí mismas. Efectivamente, al rato vuelve a reinar la paz en la habitación. Pero esto, que parece una solución, en realida tampoco lo es.
Consecuencia: aunque la pelea haya terminado, ha sido a costa de la persona más débil, en este caso la hermana pequeña. Aprende que quien es más fuerte siempre se impone. Ella se hace así temerosa, tímida y siempre procurará adaptarse a quienes le rodean. Cuando Silvia sea mayor, seguramente tendrá que enfrentarse con dificultades de convivencia, porque no sabrá imponerse.
¿Qué hacer? Lo más importante es desterrar el conflicto para siempre.
Por ejemplo así: la madre o el padre llega a un acuerdo con las criaturas. Les dice: Cada vez que os peleéis iré a la habitación. Entonces cada cual se irá a otro lugar de la casa. Cuando os hayais tranquilizado podréis seguir jugando.
O bien: haciendo ver y valorando cualquier contacto positivo entre una y otro (si por ejemplo, Rafael le enseña o explica algo a su hermana , o simplemente si están jugando y pasándoselo bien).
O bien: la madre o el padre discute el problema con la niña y el niño, porque tan importante es que aprendan un comportamiento social como que más tarde aprendan a escribir o a sumar en el colegio. Por supuesto, esta conversación no debe mantenerse mientras dura la "crisis", sino cuando estén en armonía.
O bien: las tres opciones son absolutamente complementarias.
(Fuente: revista SER PADRES. nº 20. Adaptada)
martes, 20 de enero de 2009
FAMILIA: ESCENARIO Y REFUGIO (V)
La familia es, en fin, el escenario adecuado donde se produce el desarrollo de las capacidades de cada persona y el refugio necesario donde puedan vivir en seguridad, cuando ACEPTA a cada niña y niño, a cada adolescente y joven con todo lo que son; partiendo de su ser (no del nuestro), de lo que son y pueden; intentando conocer y entender sus necesidades vitales; buscando la manera de despertar sus recursos personales.
En ese ambiente surgirá la sensación de satisfacción que llamamos autoestima.
Autoestima que se irá desarrollando positivamente si se dan cuatro condiciones:
Vinculación: sensación satisfactoria que tiene la criatura al sentirse unida, vinculada a un grupo de personas que son importantes para ella y que le demuestran por su parte, que ella también es importante para el grupo.
Singularidad: resultado por una parte del conocimiento positivo de las propias cualidades que hacen de cada niña y cada niño personas especiales y diferentes; y por otra, del respeto y aprobación que reciben en la familia por tener esas cualidades.
(sensación de)Poder: sensación de tener alguna influencia en la propia vida, de poder hacer cosas, poder elegir, tener responsabilidades,...
Pautas: tener pautas adecuadas posibilita saber qué personas pueden servir de modelo, saber cómo aprender, aprender a distinguir lo que le conviene de lo que no, tener experiencia rica y variada, aprovechable en nuevas situaciones.
Por exponerlo de forma resumida y relacionada: disfrutar de una autoestima sana tiene mucho que ver con que la persona se sienta perteneciente (vinculada) a un grupo que le considera importante; pero que además de sensación de pertenencia sienta a la vez que es única, especial, diferente y que se le acepta en su singularidad. Esas sensaciones le ayudan a creer que puede lograr mucho de lo que se propone y a saber cuáles son las pautas necesarias para poder funcionar en las diferentes situaciones de la vida.
viernes, 16 de enero de 2009
FAMILIA:ESCENARIO Y REFUGIO (IV)
Es un buen escenario de aprendizaje ese que da SEGURIDAD, que enseña a RAZONAR, que lo hace con SERENIDAD y dentro de un clima de RESPETO en el que ayuda mucho tener una disposición a la PREVISIÓN.
Clima donde la familia ESTIMULA las capacidades de todas las personas que la componen, pero especialmente de las que están en sus primeros años. Porque es en estos primeros años donde se da el aprendizaje más importante. El JUEGO es la actividad por excelencia de la infancia. Pero jugar no es algo que se haga sin más. Jugar es entrenarse. De forma divertida (aunque a veces ni eso nos permiten), pero entrenarse. Mediante el juego podemos aprender muchas de las habilidades que utilizaremos en el resto de nuestra vida. Merece la pena pues invertir un esfuerzo que pronto supondrá ganancias excepcionales. Porque no es lo mismo dejar a nuestra criatura jugando sola siempre que formar parte de sus actividades. Si bien es cierto que en los primeros momentos niñas y niños pueden pasar largos ratos codo con codo (en el sentido más físico de la expresión) pero sin hacerse ni caso, no es menos cierto que la presencia de la madre o el padre o cualquier figura de gran relevancia para la criatura, es recibida con entusiamo también a la hora de jugar. Y es en esos momentos cuando especialmente todo nuestro comportamiento se grabará con mayor fuerza en sus mentes. Si actuamos con generosidad, si aceptamos otras reglas, si tenemos paciencia, si no nos enfadamos, si nos alegramos,... nuestras criaturas irán grabándolo todo y tenderán a repetir esos comportamientos en las demás facetas de la vida. Si por contra no pasamos una, criticamos todo lo que se hace, actuamos de forma competitiva, tenemos prisa, mostramos nerviosismo,... por más que luego les repitamos cuando estén con sus amiguitas y amiguitos "que no hay que enfadarse", "que hay que dejar los juguetes",... tenderán a repetir el comportamiento aprendido ("si mi papá y mi mamá se portan así será porque hay que portarse así"). Es una lógica contundente que debemos tener en cuenta.
Una observación. Estimular a nuestras criaturas significa aprovechar cualquier ocasión para ayudarles a desarrollar todas sus capacidades desde el primer momento. Significa que no debemos ver en ellas objetos de adorno que no molesten y a los que no es preciso hacerles caso. Lo de pensar que cuando cumpla los seis años ya empezaré a enseñarle cosas tiene muy poco que ver con esto. Dejarlos pasar es no aprovechar unos años sumamente productivos. Pero ¡ojo! tampoco significa confundirlo con el aprendizaje prematuro, con las prisas por adelantarse en su proceso natural. Estimular no es hacer que mi niña sea la más lista de la escuela y la que más instrumentos toca con cinco años. O tener al niño de ocho meses todos los días un cuarto de hora "de pie",pegado a la pared (oprimiéndole el pecho con la mano con la idea de lograr una postura erguida) para que las piernas se le vayan preparando. O martirizarlo con la bicicleta porque tiene que aprender sobre dos ruedas cuanto antes.
Hay cosas que tienen que ver con el proceso de maduración, que para cada persona es único. No respetarlo supone en ocasiones resultados contrarios a los que con nuestra intervención deseábamos lograr.
martes, 13 de enero de 2009
FAMILIA:ESCENARIO Y REFUGIO (III)
Vivir en un clima de RESPETO significará en los primeros años, actuar con PREVISIÓN. Esto supone saber que nuestras criaturas no experimentan ni el tiempo ni el espacio, ni muchas otras cosas, como las experimentamos las personas con más años de vida. Saber que nuestra percepción de lo que son cinco minutos, no es la misma que la de niñas y niños de dos, tres, cuatro, cinco,... años y que por lo tanto su forma de actuar tampoco será la misma. Para una niña de cinco años que en ese momento está "trabajando de domadora" en sus juegos, rodeada de feroces leones, tiene poco sentido que sin más los deje, (sin terminar la actuación, hacerles volver a sus jaulas y recibir la ovación), porque a una persona "mayor" se le ocurre decirle:"-¡A comer...ya!". Teniendo un poco de previsión (de respeto) podemos ir avisándole que pronto llegará la hora de comer para que vaya terminando poco a poco y se prepare para hacer algo que también las domadoras hacen: comer. De esta manera nos evitaremos muchos reproches y enfados innecesarios que lo único que logran es enturbiar unas relaciones que de la otra manera podrían ser estupendas.
Y lo mismo sucederá si tenemos en cuenta detalles tan básicos como que en los primeros años nos gusta comenzar y acabar la actividad, con lo que tener que dejar algo de buenas a primeras porque a la persona "mayor" se le ocurra, requiere de mucho esfuerzo y mucha generosidad y respeto por parte de esas criaturas. En muchas ocasiones les toca realizar ese esfuerzo; sin embargo son tachadas constantemente de vagas, egoistas e irrespetuosas en lugar de reconocerles ese esfuerzo y agradecerles que ayuden a que la familia esté a gusto ("Ya sé que estabas jugando muy a gusto y que habrías seguido un rato más. Sé que es difícil dejarlo y que te ha costado. Por eso te lo agradezco de forma especial. Como has venido antes, hemos podido terminar y tener tiempo para no llegar tarde a...."). Tener previsión, reconocer y agradecer su esfuerzo no es signo de debilidad, no. Es, enseñar con el ejemplo. Poco a poco, nuestras criaturas irán experimentando lo que es ser previsoras (sin darse cuenta, sin sermones) mientras se sienten reconocidas. Y escuchando cómo se les agradece, irán aprendiendo a agradecer.
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